Los panameños debemos agradecerle al Buen Dios por habernos amparado lo suficientemente para escoger como presidente de Panamá a alguien que, diferente a la mayoría de nuestros políticos, pareciera confiar más en Él que en el Padre de las Mentiras.
Ahora los panameños debemos pedirle al Buen Dios que ayude al presidente electo para que, tal como ha prometido, le inculque a todos los servidores públicos un sólido sentido de honradez, diligencia, respeto a los demás y cualesquiera otras cualidades necesarias para que pasemos de ser un país medio civilizado a uno realmente desarrollado, algo no necesariamente ligado al aumento del producto interno bruto, porque este podría beneficiar a solo unos pocos, sino que es producto de una más justa distribución de todos los bienes, como enseña la Doctrina Social de la Iglesia católica.
Un aspecto decepcionante de la pasada contienda electoral fue que, hasta donde pudimos percatarnos, ninguno de los candidatos a la Presidencia o la Vicepresidencia del país expresara su firme propósito de darle considerable mayor prioridad a la protección de nuestro medio ambiente o, como diría el papa Francisco, de nuestra casa común; porque, más que nada, se trata de proteger el bienestar de nuestros más cercanos descendientes, como serían los nietecitos del presidente electo.
La escueta realidad es que no bastaría si, por un lado, mejorásemos la nutrición, la salud y la debida educación de todos los niños panameños cuando, por otro lado no detuviésemos el enorme daño que le estamos haciendo a nuestro medio ambiente, como lo son la deforestación en todo el país, el creciente consumo de combustibles fósiles, que lenta pero fatídicamente aumenta la contaminación del aire que respiramos, las numerosas hidroeléctricas con embalses, que aumentan el calentamiento global con gas metano, y las minas a cielo abierto para la extracción de metales que, durante sus años de operación, típicamente utilizan millones de galones de combustible y miles de toneladas de químicos como el mercurio, el arsénico y el cianuro, que contaminan las tierras circundantes a las minas y las aguas de nuestros ríos y costas.
Años atrás, en un popular programa de la televisión panameña, un renombrado comentarista, casi siempre acertado, quien había visitado una de estas minas a cielo abierto en el área de Coclesito, dijo que sus tinas de contención de desechos tóxicos eran muy seguras, porque unas tinas primarias de contención estaban ubicadas dentro de otras tinas de contención que eran 10 % más grandes que las internas; de forma que, de darse alguna rotura en alguna tina interior, los desechos tóxicos quedarían contenidos en la tina exterior. Y seguidamente añadió que el cura local le había señalado que un grupito de manifestantes que protestaba obstruyendo la carretera hacia la mina, era sufragado por agitadores que primero revuelven los ríos, para entonces ponerse a pescar, algo frecuente cuando a Panamá llegan grandes empresas extranjeras.
Pero un artículo con el título [libremente traducido del inglés] 'Compañía canadiense deja polvo y deuda después de abandonar su mina de oro en Panamá', en la edición del 11 de enero de 2018 del medio noticioso canadiense 'Canada's National Observer', reportó la queja de una extrabajadora de la minera Petaquilla Gold, con ocho años de antigüedad, quien declaró que 'Cuando la mina [de oro Molejón] empezó, todo estaba bien, ellos le daban empleo a cualquiera'. Pero las cosas andaban bien porque el precio del oro en el mercado internacional se mantenía elevado; y cuando el precio del oro se desplomó indefinidamente, la minera simplemente cerró operaciones, y quedó debiéndole B/11 millones en sueldos y beneficios a más de 600 empleados, muchos de los cuales, respaldados por sus buenos sueldos, habían obtenido préstamos bancarios, confiados en que podrían amortizarlos fácilmente; así que, además de limpios, quedaron endeudados.
La misma la extrabajadora también declaró que 'Cuando los contenidos de las tinas de contención se derramaban, los peces morían. Pero nosotros teníamos que callarnos para conservar nuestros empleos'. Es más, la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) detectó sedimentos de la mina en las aguas cercanas, pero la compañía minera negó que fuera posible.
Más adelante, el artículo señala que Glenn Miller, Ph.D., profesor de Recursos Naturales y Ciencias Ambientales en la Universidad de Nevada, EE.UU., visitó la mina abandonada y declaró que manejar una mina así era 'una pesadilla, particularmente en un país tropical', algo que nos hace recordar las excavaciones del Canal, a lo que añadió que, debido a las torrenciales lluvias, el único manejo realista era tratar [químicamente] las aguas contaminadas, 'pero el tratamiento es muy costoso', y luego vaciarlas en alguna corriente de agua que desembocara en el Caribe.
Días después, un artículo con el título [libremente traducido del inglés] 'Escape de la Protección: La Catástrofe de la Conservación en Panamá', en la edición del 18 de abril de 2018 del medio noticioso canadiense 'Foreign Policy Journal', señaló que 'Las lluvias intensas causan que las tinas de contención se desborden, enviando desechos metálicos y ácidos cuesta abajo en un cauce que desemboca en el [río Coclé del Norte y el] océano Atlántico'; pero esto revela que los desechos no eran primeramente tratados químicamente; lo que significa que la 'seguridad' provista por la minera nunca fue la adecuada.
El mismo artículo del Foreign Policy Journal continua diciendo que 'El daño ha sido tan grande que uno puede verlo desde Google Earth'. Cualquiera puede verificarlo introduciendo el URL https://satellites.pro/mapa_de_Panama#G9.076541,- 80.571129,18 en una computadora; buscando luego el poblado 'Coclé del Norte', al oeste de la ciudad de Colón, y, remontando el 'río Coclé del Norte', uno observará que, mientras las aguas del río Coclé del Norte son de color marrón, las aguas de sus afluentes son de color azul oscuro.
No es por capricho que los vecinos países de Costa Rica y El Salvador hayan prohibido todas las minas a cielo abierto, que el Gobierno español haya decidido cerrar la mayoría de las mismas, y que el Gobierno canadiense acabe de nombrar una 'Ombudsperson' para investigar los constantes pleitos contra las mineras canadienses, que incesantemente contaminan nuestro planeta, algo de lo que muchísimos canadienses se sienten realmente avergonzados. Y es que, como suele decir el papa Francisco, 'la corrupción entra por los bolsillos'.
JUBILADO DEL CUERPO DE INGENIEROS DE EE.UU