¿DERECHOS?
El sufrimiento del pueblo naso
Oscar Sogandares Guerra
opinion@prensa.com
La historia de los nasos se remonta a muchos siglos. Ellos recibieron a Colón en su cuarto viaje. Poblaban el occidente de Bocas del Toro hasta el río Sixaola y colindaban con los Brí-Brí y gnöbes, donde guerreaban frecuentemente. En el presente, los nasos tienen adversarios mucho más temibles que aquellos del pasado. Los nasos están arrinconados en su propia tierra, aún sin demarcar.
Debido el proyecto hidroeléctrico Bonyic (Empresas Públicas de Medellín), han sido sometidos al asedio y hostigamiento continuos. Al oeste, sus tierras se hallan invadidas por su eterno enemigo la Ganadera Bocas, cuyo propietario Mario Guardia, ha solicitado el violento desalojo y destrucción de las comunidades Naso de San San y San San Druy, en marzo y abril, utilizando antimotines y el empleo de gases tóxicos contra indefensos hombres, mujeres y niños.
Han provocado la muerte de pollos y cerdos, han empleado maquinaria (custodiadas en todo momento por agentes de la Policía) para realizar la sistemática destrucción de viviendas, con sus enseres domésticos, escuelas (incluyendo la telebásica), para luego abrir grandes fosas en la tierra, enterrando todas las evidencias. Han causado la destrucción de cultivos (plátanos, ñames, yuca), sin consideración a las necesidades de alimentación de los habitantes, sobre todo, de los niños. Han provocado la dantesca destrucción de inmensos árboles, que daban sombra a estas comunidades, astillados y desenraizados, sin aprovechamiento, lo que más que un delito ecológico se puede denominar como terrorismo ambiental. ¿Y la Anam qué? El paraje parecía una zona de guerra, por actos que más que violación a los derechos humanos, se puede denominar como una barbarie, ¿limpieza étnica?, crímenes de lesa humanidad. Todos estos hechos basados en un supuesto título de propiedad de la Ganadera Bocas, mostrado por arte de magia, después de siglos de histórica ocupación del pueblo naso.
El 24 de abril, en una visita que hicimos al lugar y que incluyó a indígenas mesoamericanos (ver www.almanaqueazul.org), los nasos relataron que en el pasado cedieron tierras a la Ganadera Bocas para evitar confrontaciones, y que se replegaron al otro lado del río San San, en donde establecieron las comunidades de San San y San San Druy. Ese día vimos a dos operarios de un bulldozer y una pala mecánica (uno con sombrero paisa y acento colombiano, escoltados por cinco policías), quienes al vernos, y no sin antes amenazar con confiscar nuestras cámaras, se retiraron. Fue una victoria para los nasos, quienes se habían mantenido tres noches en vigilia, protegiendo sus tierras y gritando consignas.
Allí estábamos reunidos con varios cientos de nasos, la mayoría niños. Muchos no habían comido por falta de alimentos. El jefe nos mostró un saco repleto de casquillos de lacrimógenas y preguntó: ¿dónde está Torrijos? Habían sido amenazado con que les tirarían bombas desde los helicópteros. ¿En qué país vivimos, Vietnam? Los derechos de la colectividad (y con mayor razón los históricos), deben prevalecer sobre los particulares y privados y sobre cualquier supuesto título de propiedad. Todos sabemos que por falta de demarcación de una comarca, cualquier ente inescrupuloso fácilmente puede hacerse de tierras nacionales, inclusive, con todo y habitantes.
No es la primera vez que esto ocurre en Bocas del Toro, como lo demuestra el caso de Bluff Centro, en la Isla de Bocas.
Lo último, el 11 de mayo cerraron el acceso hacia las comunidades, derribaron los zarzos construidos por Mireya Moscoso para los nasos y los gigantescos árboles de las orillas del río San San; y el capataz, Roberto Audibeth, ¿el colombiano? amenazante desenfundó su arma de fuego contra los nasos.