Rodrigo Marciacq
Si esto es evidente, ¿por qué no apreciamos y actuamos sobre las tantas oportunidades que se nos presentan? Algunas razones: En Panamá no existe una política agropecuaria definida, con componentes como seguridad y soberanía alimentaria, estrategias de innovación e investigación, agricultura familiar y alternativa con su mínima dependencia de recursos externos, desarrollo tecnológico, comercialización y exportación, la cadena de frío y otros elementos que, sin duda, indicarían la impostergable necesidad de reinventar y reestructurar todo el andamiaje institucional público, junto a procesos de descentralización y nuevas relaciones de integración con los productores.
Lamentablemente, continuamos retrocediendo en materia de producción de alimentos y estamos estancados en innovación e investigación. En el gobierno del cambio ya perdimos un año completo en cuanto al agro, y por los vientos que soplan, pareciera que continuaremos retrocediendo, dependiendo cada vez más de importaciones y causando constantes aumentos de la canasta básica familiar. Como ejemplo, el año pasado la producción de arroz bajó en cerca de 20%, convirtiéndonos de país autosuficiente a uno dependiente de las volátiles condiciones del mercado externo.
De acuerdo a éstas y tantas otras realidades, ¿cuál debe ser el principal elemento de perfil de los funcionarios encargados del sector agropecuario y del ambiente? Obviamente el de agente de cambio. Estos deben ser personas instruidas y muy bien informadas, de experiencia, innovadoras y creativas, de liderazgo y capacidad para escoger y trabajar con un buen equipo, y que sepan de dónde venimos, dónde estamos, y sobre todo ¡hacia dónde vamos!
Hace escasos meses se celebró en Panamá la conferencia internacional de la FAO, Organismo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Las sesiones se centraron en la agricultura familiar, alternativa y sostenible, en análisis de la situación mundial y sus perspectivas, y en ejemplos exitosos, pero aquí nadie escuchó. Si no escuchamos, no podremos entender, y si no entendemos, no podremos proponer soluciones sensatas e integrales, y mucho menos ejecutarlas y obtener resultados.
El caso reciente de Bocas es un ejemplo de falta de entendimiento. Se acusó y culpó a los trabajadores, sindicalistas e indígenas de ignorantes, subversivos y borrachos, y en base a estas apreciaciones se arremetió salvajemente contra esta incomprendida población. Ni en los 21 años de la dictadura se perdió tanta visión de ojos como en esa aciaga semana. Ahora han descendido en Bocas con regalitos y prebendas, pero aún no entienden el problema y qué lo causó. Se limitan a ver los síntomas pero no las causas. Ven la fiebre en la manta y no en el paciente.
En Chiriquí tenemos varios temas en progreso que son preocupantes y que ojalá no sean causales de un nuevo Bocas o algo peor. Algunos de éstos son: La Ley 30, o chorizo, por la que se afecta la aplicación de los estudios de impacto ambiental, entre otros; la pretendida explotación de la mina de cobre de Cerro Colorado en la comarca Ngäbe Buglé; el engavetamiento de los procesos de descentralización; la pretendida gran carretera de David a Almirante, pasando por Boquete, totalmente inconsulta, costosísima, destructiva e innecesaria; la falta de una política energética y agropecuaria, y la forma inconsulta, arrogante e irresponsable de imponer planes, programas y leyes a la población.
El 22 de julio pasado el presidente Martinelli nombró una comisión para estudiar lo ocurrido en Bocas y determinar responsabilidades. Nos sentimos optimistas por la calidad y honorabilidad de los integrantes de esta comisión, y los exhortamos a escudriñar en las causas, en las razones por las cuales ocurrió este desbordamiento lamentable.
Asimismo, exhortamos al Gobierno a que se asesore bien, escuche, trate de entender, y ojalá acordemos un modelo de desarrollo socio-económico sostenible e integral para el país. Apreciamos el interés, el dinamismo, y la urgencia del presidente Martinelli en promover la inversión en el país, pero el actual modelo de atraer inversión sin importar las consecuencias, bajo el supuesto de la “derrama en cascada”, simplemente no es aceptable. Recordemos a Bocas, entendámoslo, meditemos y actuemos consecuentemente.