DIA DE LA TIERRA
Protegiendo nuestros ríos hacemos patria
Oscar Sogandares Guerraopinion@prensa.com
Hoy se conmemora el Día de la Tierra, pero amanecemos con el extraño panorama de los ríos –que siempre habían sido nuestros– privatizados y en pocas manos. Chile es otro país en donde sus preciosos ríos están en manos de pocos individuos o empresas inescrupulosas que pretenden represarlos para brindar energía a la contaminante industria minera del norte. Pero sus ciudadanos libran una tenaz lucha para proteger sus tesoros invaluables, bajo el grito de “Patagonia sin represas”.
En tanto, nuestros gobernantes alegremente han promovido la proliferación de hidroeléctricas. En Chiriquí, solamente, se han otorgado más de 80 concesiones. No hablemos de Charco La Pava o Teribe, áreas de amortiguamiento de la Reserva de la Biosfera, en donde se ha desatado una feroz persecución contra los pobladores indígenas opuestos a estos proyectos.
En Chiriquí, Carlos Slim se ha adueñado de la cuenca del río Chiriquí Viejo, luego de destrozar nuestros tesoros arqueológicos. En ese río, una turista que practicaba river rafting casi se la traga el túnel del proyecto Bajo de Mina, además, constantemente se escuchan quejas de los moradores del Barú sobre la calidad del agua, su bajo nivel y a los ribereños próximos al proyecto ni siquiera se les permite acercarse a la orilla para abastecerse de agua o pescar.
Curiosamente, tales proyectos no brindan un solo kilovatio de energía a la red nacional, ni rebajan un solo centavo de nuestra cuenta de luz. Simplemente, obedecen al deseo de venderla al exterior, amparados por el Plan Puebla Panamá Mesoamérica y a la globalización, modelos de desarrollo basados en la desigualdad y el mito del “crecimiento sin fin”.
Todos sabemos que en la naturaleza no hay un “crecimiento sin fin” sino que está limitada por su “capacidad de carga”; solo tiene margen un “desarrollo sostenible”. Todos conocemos cuando colapsan los sistemas naturales. Estos llegan a actuar en formas imprevisibles.
Detrás de las represas vienen las mineras, la industria más contaminante sobre la tierra. No es un secreto que junto a una mina se encuentran las hidroeléctricas que le proporcionan energía barata.
Durante los tiempos del general Torrijos (siguiendo el modelo chileno) se planificó la hidroeléctrica Fortuna, Estrella Los Valles para proporcionarle energía al proyecto minero de Cerro Colorado. Recuerdo aquellos programas por Radio Libertad, cuando se hablaban bondades (igual que ahora) de la minería. Pero un día el técnico chileno admitió que en el desierto de Atacama no crecía una paja de hierba...
Tales mineras se presentan hoy (no hablemos de Petaquilla) con los proyectos Guariviara, cuya área de afectación incluye Fortuna, Gualaca y hasta Boquete. Curiosamente se está promoviendo el proyecto hidroeléctrico de Chorcha en la comarca. ¿Será para proveer de energía a Guariviara? También quieren “resucitar” el siniestro proyecto de Cerro Colorado, cuyo personal se ha dedicado a derribar los sembradíos de los humildes indígenas.
Actualmente las hidroeléctricas producen el 60% de energía, y las termoeléctricas, 40%. ¿Por qué no promovemos energía más limpia, en vez de las represas desfasadas que contaminan, producto de los gases de invernadero de sus embalses?
Dinamarca obtendrá el 75% de su energía del viento en 15 años. Panamá puede fácilmente llegar a ser pionera en estas tecnologías, tiene sol y vientos los 365 días del año, tenemos mareas óptimas para generación “mareomotriz” y los desperdicios orgánicos, biomasa para producir energía. Todo sin necesidad de intervenir nuestros ríos, sin afectar las comunidades y sus actividades.
Ningún pez sobrevive dentro de una turbina, muchas especies estarán condenadas a la extinción. Un río intervenido jamás tendrá igual valor que uno silvestre.
El ecoturismo crearía más divisas y empleos permanentes para las comunidades, lo que jamás haría una hidroeléctrica. Algo que aún no han comprendido nuestros empresarios miopes. No se puede tener ambas cosas, o se trabaja con la naturaleza o se destruye.
Protegiendo nuestros ríos hacemos patria
Oscar Sogandares Guerraopinion@prensa.com
Hoy se conmemora el Día de la Tierra, pero amanecemos con el extraño panorama de los ríos –que siempre habían sido nuestros– privatizados y en pocas manos. Chile es otro país en donde sus preciosos ríos están en manos de pocos individuos o empresas inescrupulosas que pretenden represarlos para brindar energía a la contaminante industria minera del norte. Pero sus ciudadanos libran una tenaz lucha para proteger sus tesoros invaluables, bajo el grito de “Patagonia sin represas”.
En tanto, nuestros gobernantes alegremente han promovido la proliferación de hidroeléctricas. En Chiriquí, solamente, se han otorgado más de 80 concesiones. No hablemos de Charco La Pava o Teribe, áreas de amortiguamiento de la Reserva de la Biosfera, en donde se ha desatado una feroz persecución contra los pobladores indígenas opuestos a estos proyectos.
En Chiriquí, Carlos Slim se ha adueñado de la cuenca del río Chiriquí Viejo, luego de destrozar nuestros tesoros arqueológicos. En ese río, una turista que practicaba river rafting casi se la traga el túnel del proyecto Bajo de Mina, además, constantemente se escuchan quejas de los moradores del Barú sobre la calidad del agua, su bajo nivel y a los ribereños próximos al proyecto ni siquiera se les permite acercarse a la orilla para abastecerse de agua o pescar.
Curiosamente, tales proyectos no brindan un solo kilovatio de energía a la red nacional, ni rebajan un solo centavo de nuestra cuenta de luz. Simplemente, obedecen al deseo de venderla al exterior, amparados por el Plan Puebla Panamá Mesoamérica y a la globalización, modelos de desarrollo basados en la desigualdad y el mito del “crecimiento sin fin”.
Todos sabemos que en la naturaleza no hay un “crecimiento sin fin” sino que está limitada por su “capacidad de carga”; solo tiene margen un “desarrollo sostenible”. Todos conocemos cuando colapsan los sistemas naturales. Estos llegan a actuar en formas imprevisibles.
Detrás de las represas vienen las mineras, la industria más contaminante sobre la tierra. No es un secreto que junto a una mina se encuentran las hidroeléctricas que le proporcionan energía barata.
Durante los tiempos del general Torrijos (siguiendo el modelo chileno) se planificó la hidroeléctrica Fortuna, Estrella Los Valles para proporcionarle energía al proyecto minero de Cerro Colorado. Recuerdo aquellos programas por Radio Libertad, cuando se hablaban bondades (igual que ahora) de la minería. Pero un día el técnico chileno admitió que en el desierto de Atacama no crecía una paja de hierba...
Tales mineras se presentan hoy (no hablemos de Petaquilla) con los proyectos Guariviara, cuya área de afectación incluye Fortuna, Gualaca y hasta Boquete. Curiosamente se está promoviendo el proyecto hidroeléctrico de Chorcha en la comarca. ¿Será para proveer de energía a Guariviara? También quieren “resucitar” el siniestro proyecto de Cerro Colorado, cuyo personal se ha dedicado a derribar los sembradíos de los humildes indígenas.
Actualmente las hidroeléctricas producen el 60% de energía, y las termoeléctricas, 40%. ¿Por qué no promovemos energía más limpia, en vez de las represas desfasadas que contaminan, producto de los gases de invernadero de sus embalses?
Dinamarca obtendrá el 75% de su energía del viento en 15 años. Panamá puede fácilmente llegar a ser pionera en estas tecnologías, tiene sol y vientos los 365 días del año, tenemos mareas óptimas para generación “mareomotriz” y los desperdicios orgánicos, biomasa para producir energía. Todo sin necesidad de intervenir nuestros ríos, sin afectar las comunidades y sus actividades.
Ningún pez sobrevive dentro de una turbina, muchas especies estarán condenadas a la extinción. Un río intervenido jamás tendrá igual valor que uno silvestre.
El ecoturismo crearía más divisas y empleos permanentes para las comunidades, lo que jamás haría una hidroeléctrica. Algo que aún no han comprendido nuestros empresarios miopes. No se puede tener ambas cosas, o se trabaja con la naturaleza o se destruye.
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