Berna Calvit
Al leer que la tina de lixiviación en Molejón, distrito de Donoso, provincia de
Colón, está a punto de desbordarse (La Prensa 21/8/2010), dediqué varias horas a
informarme sobre la minería a cielo abierto (MCA). Por razones de espacio me
limito a lo básico y empiezo por citar del diccionario que la "ecología es la
ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su
entorno"; y ambientalista, "el que se preocupa por la calidad y la protección
del medio ambiente".
La roña de los que se afectan por la vigilancia y denuncias de los
ambientalistas, los lleva a calificarlos de "terroristas sociales"; de
retrógrados soñadores opuestos al "progreso", insensibles a las necesidades
sociales, más interesados en cuidar animalitos y árboles que en la economía. En
el pueblo de Antón, donde viví varios años cuando niña, era común comer "carne
de monte"; no nos mortificaba el consumo de huevos de iguana o de tortuga; para
los muchachos matar pájaros con "biombo" era diversión.
Años más tarde empezó a hablarse de especies en peligro de extinción; del daño
que ocasionan al suelo las "quemas"; de agujeros en la capa de ozono, rayos
ultravioleta y cáncer de piel; de la toxicidad de los pesticidas y otros
perjuicios que causábamos, a veces por desconocimiento, a veces por codicia y
afán de enriquecimiento a cualquier costo. Ante el preocupante estado de salud
del planeta Tierra, vale preguntarse cómo estaría de peor de no ser por la
ecología, los ambientalistas, y el valioso apoyo de profesionales de la
medicina.
Gracias a la presión contra los fabricantes de productos tóxicos, estos buscaron
alternativas y nuevas tecnologías; se eliminó el plomo en los combustibles y
muchos países dejaron de usar gases refrigerantes nocivos para la capa de ozono.
Es falacia que los ambientalistas se oponen al desarrollo económico que
beneficia al trabajador; nunca pidieron que dejaran de fabricarse automóviles,
combustible, y acondicionadores de aire. El propósito de la lucha resultó en
beneficio para todos.
La historia de la minería para extraer oro, cobre, diamantes, esmeraldas y otras
riquezas, es de devastación, miseria, corrupción, guerras. Conmueve ver imágenes
de la República Democrática del Congo o de Sierra Leona, en África, donde el
rostro descarnado de la miseria y la devastación más absoluta revela que las
riquezas se la llevan poderosos consorcios extranjeros que además fomentan, para
sus propósitos, la corrupción de los gobiernos. Tras largos años de estudios, el
consenso de los expertos es que "ninguna actividad industrial es tan agresiva
ambiental, social y culturalmente como la MCA".
El tóxico cianuro es vital en la lixiviación, que consiste en tratar una
sustancia compleja (un mineral) con un disolvente adecuado para separar sus
partes solubles de las insolubles. Son accidentes de graves consecuencias las
filtraciones en los forros de las tinas, o el desbordamiento; el contenido,
absorbido por la tierra contaminará las aguas superficiales y las subterráneas.
El proceso de la MCA empieza con despojar de vegetación grandes extensiones de
terreno; esto ocasiona desertificación, erosión y empobrecimiento del suelo; la
fauna pierde su hábitat y algunas especies desaparecen. Allí está, como
testimonio, la abandonada mina Santa Rosa, en Cañazas, área que parece paisaje
lunar; es lo que queda cuando, agotada la riqueza, los explotadores recogen sus
bártulos y se marchan dejando los despojos de efímeras bonanzas y como herencia,
miseria, resentimientos, y daños permanentes a la salud y la naturaleza.
Petaquilla Gold no ofrece a los lugareños espejitos y abalorios inútiles, como
los conquistadores españoles; ofrece reforestación, capacitación técnica y
construcción de escuelas y centros de salud. Incluso si cumplieran, no se
compensará el daño irreversible que dejarán tras de sí gracias a la complicidad
de gobiernos cuyo interés primordial es "la economía".
Petaquilla Gold, desde sus inicios, viene manchada con graves faltas. Aún así,
la Autoridad Nacional del Ambiente ha sido poco exigente, tal vez para no
contrariar los intereses del Estado expresados por Henríquez, ministro de
Comercio e Industrias, quien dijo: "Habiendo logrado mayores beneficios para el
Estado, yo procedí a dar el permiso de producción comercial a Petaquilla Gold".
Esta actividad, señores del Estado, es "pan para hoy, hambre para mañana"; los
minerales no son recursos renovables. Nuestra vecina, Costa Rica, le cerró el
paso a la MCA. Aquí le abrimos las puertas.
Nuestra ignorancia sobre los efectos de la MCA conviene a los interesados. No
aceptemos el "desarrollo" que perjudica. Exijamos a las autoridades que hagan
cumplir las máximas medidas de seguridad en estos proyectos; que se cumplan las
medidas de mitigación y, sobre todo, que velen por los intereses y la salud de
los ciudadanos. Los ambientalistas juegan un papel clave en estas luchas.
¿Terroristas? Sí: contra la destrucción y la miseria.
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